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Buscando un Papa no existente | Megáfono

Con la reciente muerte del Papa Francisco, la iglesia se está preparando para el nuevo cónclave, y la pregunta eterna con él es la reencarnación: ¿qué se debe esperar del sucesor de Peter? La sabiduría de la sabiduría, la sabiduría de la iglesia, a la luz de la historia reciente de la iglesia, es deseable preservar y restaurar los nuevos pontíferos. En los últimos tres pops (San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco) hemos heredado caminos diferentes pero profundamente complementarios. Esta es una bendición que el próximo Papa puede mantener de alguna manera sus virtudes necesarias.

De Juan Pablo II mantenemos el recuerdo del espíritu misionero invencible, que sabe que la fe no es un patrimonio pasivo, pero con coraje sabe que es un regalo para el mundo. Necesitamos un papa, como él, declara el honor de la persona humana contra todo tipo de ideología que reduce el dispositivo o estadísticas.

De Benedict XVI obtuvimos una rara lección de la inteligencia junto con la confianza. Llevarlo con el próximo Papa tendrá mucho que ganar, esa no es la causa y lo contrario de la fe, la claridad de quién conoce a los compañeros de viaje. En una cultura y religión que amenaza el mundo, es un pastor decisivo, como Benedicto, la necesidad de una iglesia menos cautiva de modos superfluos, fugaces y dañinos y es más confiable para su corazón.

De Francisco heredaremos Atención concreta a los límites del sufrimiento humano: los pobres, ignorados, olvidados. Una religión cristiana está doblada en el fondo de los museos, pero la vida se extiende en lugar de dura y frágil. Pero debe recordarse que la generosidad, para ser realmente cristiana, no puede eliminar la necesidad de la verdad. La Iglesia debe extender su mano, sí, pero sin retirar la fuerza de su identidad.

De esta manera queremos ser el Papa, Pensador y Pastor misioneros. En resumen, se supone que debemos ser imposibles. Porque es necesario identificarlo: es más ideal que cualquier ser humano apoyado. En la práctica, la suerte del próximo Papa, la adhesión de estos dos síntomas. Lo más probable es que sea fuerte en uno de ellos, y también es bastante amable. Esta conciencia debe eliminar tanto la tentación de la ilusión como el ingenio de la esperanza mesiónica. Ningún Papa es una iglesia. Ningún Papa es Cristo. Todo es solo un sirviente frágil de la misma promesa hecha al apóstol Peter: «Las puertas del infierno no tendrán éxito contra ella» (Mateo 16:18).

Justificamos la democracia en los países porque sabemos que el poder de los hombres es incorrecto; Justificamos la tradición en la iglesia porque el poder de la verdad excede sus servidores. Nuestra esperanza está en esta realidad espiritual: no en el perfil de los elegidos, sino en la credibilidad del alma. El próximo Papa, como todos los demás, es un secreto. Esperemos a él, rezamos por él y, como de costumbre, estaremos preparados para caminar por la fe.

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