¿Es suficiente prescindir de bolsas de plástico para resolver crisis ambientales? | Medio ambiente y clima

Las bolsas de plástico se han convertido en una parte esencial de nuestra vida diaria, ya sea para comprar o desperdiciar, pero la facilidad de uso oculta el daño ambiental y de salud severo que llevó a la Unión Europea y a varios países a prohibir o restringir su uso.
Aunque el plástico es una de las maravillas de la tecnología del siglo XX, desde su fabricación completa en 1907, se ha convertido en una crisis ambiental global. Su fabricación depende de los combustibles fósiles y es responsable de aproximadamente el 4% de las emisiones globales, sin pasar por las emisiones de todos los aviones combinados.
Pero el problema no se detiene en la contaminación climática; Los desechos plásticos matan la vida marina, afecta la diversidad biológica y secretan productos químicos que pueden alterar las hormonas y dañar el proceso del metabolismo humano, y esto los vincula con una serie de enfermedades.
Dilema de reciclaje
Los estudios indican que más del 40% del plástico de uso mundial viene en forma de paquetes de un solo tiempo. Aunque el «reciclaje» del eslogan sugiere la solución, la realidad es diferente, por lo que el 9% del plástico producido se recicla, y el resto se quema o se arroja a la naturaleza o fines en los vertederos, donde el aire, el agua y el suelo están contaminados.
Ante la disminución de la demanda de petróleo, las compañías de combustibles fósiles se dirigen a aumentar la producción de plástico, lo que puede conducir a la multiplicación de desechos plásticos en los océanos y vías fluviales para 2040, según las expectativas de las Naciones Unidas.
Las alternativas no son perfectas
Con la creciente prohibición de bolsas de plástico, alternativas de papel y tela. Pero no son soluciones mágicas.
Las bolsas de papel, por ejemplo, consumen más energía en la fabricación en comparación con el plástico. Un estudio británico encontró que el quiste de papel debe usarse 3 veces para equiparar el impacto ambiental de una bolsa de plástico utilizada una vez.
Del mismo modo, un estudio realizado por la Agencia de Protección Ambiental en Dinamarca en 2018 encontró que las bolsas de plástico hechas de polietileno de baja densidad, una forma de plástico de uso múltiple, tienen una impronta ambiental más pequeña que 8 tipos de comestibles, incluidas las bolsas de papel.
En cuanto a las bolsas de tela, especialmente al algodón, requieren un uso frecuente más de 130 veces para igualar el impacto ambiental de una bolsa de plástico, debido a los enormes recursos necesarios para producir algodón y convertirlo en hilos y luego enviarla.
Sin embargo, la mayoría de las bolsas, ya sean papel o plástico, terminan en desechos o quemados.
Cuando las bolsas de papel se descomponen, se liberan el metano y el dióxido de carbono, que son gases que causan calentamiento global. En cuanto a las bolsas de plástico, estos gases no se disparan en los vertederos, pero se descomponen en el medio ambiente en moléculas precisas que pueden permanecer durante siglos, y esto plantea un peligro a largo plazo.
La solución es reutilizar
La popularidad de las bolsas reutilizables condujo a un comportamiento opuesto al consumidor: la acumulación de una gran cantidad de bolsas, a menudo no utilizadas. Esto abusa del propósito básico de alternativas destinadas a reducir el consumo y el impacto ambiental.
Los estudios recomiendan usar bolsas fuertes de materiales sostenibles como cannabis o bambú, y es mejor que se fabriquen localmente y de los restos de los tejidos, y esto reduce la huella digital de carbono.
Los expertos estuvieron de acuerdo en que reducir el impacto ambiental de los quistes, sea cual sea su tipo, depende del alcance de su reutilización. Cuanto más largo sea su período de uso, menor será el número de bolsas que necesitamos producir y tirar.
Los investigadores afirman que la prohibición de los plásticos por sí solos no es suficiente, sino que el verdadero desafío radica en cambiar el comportamiento de una manera que incluye el comportamiento de los individuos y el comportamiento de las empresas que promueven el consumo excesivo y producen desechos que no pueden asumir la responsabilidad.
En última instancia, el plástico no es el enemigo, pero una cultura de «uso y lanzamiento» es la esencia del problema. Y el cambio comienza desde las pequeñas opciones que hacemos todos los días.